El contexto: un mundo entre el miedo y la fe
Para comprender lo que ocurrió en Salem hay que adentrarse en la mente de los colonos puritanos. Eran tiempos de inestabilidad: las guerras contra las tribus nativas, las hambrunas, el aislamiento, las enfermedades… Y, sobre todo, un férreo fanatismo religioso que dividía el mundo entre lo divino y lo diabólico. La colonia de la Bahía de Massachusetts vivía bajo el estricto dominio del puritanismo, un movimiento protestante que buscaba purificar la Iglesia de Inglaterra de todo vestigio católico. En esta teocracia, la Biblia era la única ley y el diablo una presencia constante. Cualquier desgracia podía ser vista como obra de brujería. Todo se convirtió en un juego de espejos donde la superstición encontraba respaldo legal y religioso.
El inicio del pánico: niñas poseídas
En enero de 1692, Betty Parris, de nueve años, hija del reverendo Samuel Parris, y su prima Abigail Williams, de once, comenzaron a mostrar comportamientos extraños: convulsiones, gritos, trances, parloteo en lenguas desconocidas. Los médicos, incapaces de hallar una explicación natural, diagnosticaron la causa: maleficio. Pronto, otras niñas comenzaron a experimentar los mismos síntomas. Bajo presión, señalaron a tres mujeres como responsables: Tituba (una esclava de origen caribeño), Sarah Good (una mendiga embarazada) y Sarah Osborne (una mujer enferma que no asistía a la iglesia). Así comenzó la caza.
El tribunal del horror
El gobernador William Phips estableció el Tribunal Especial de Oyer and Terminer para atender los casos. Entre junio y septiembre de 1692, se desató el juicio más infame de la historia estadounidense. Se aceptaron como pruebas válidas los llamados testimonios espectrales, es decir, visiones y sueños en los que se aparecía el espíritu de una bruja atacando a las víctimas. Fueron ejecutadas 20 personas: 14 mujeres y 6 hombres, todos ahorcados salvo Giles Corey, quien fue aplastado lentamente bajo piedras por negarse a declarar. Más de 200 personas fueron acusadas, y muchas murieron en prisión. Tituba confesó —probablemente bajo tortura— haber visto al Diablo y presenciado aquelarres. Su testimonio encendió aún más el fuego. Las delaciones se multiplicaron. Amigos contra amigos, hermanos contra hermanas. La histeria colectiva se impuso al raciocinio.
El final de la locura
A finales de 1692, el gobernador Phips, alarmado por la magnitud del caos —y posiblemente influido por su esposa, también acusada— disolvió el tribunal. En mayo de 1693, perdonó oficialmente a los que aún estaban encarcelados. Años después, varios jueces se disculparon públicamente, y los descendientes de las víctimas fueron indemnizados… aunque el daño ya estaba hecho.
¿Quiénes eran las brujas? ¿Qué es realmente una bruja?
La figura de la bruja ha sido demonizada durante siglos. En la Europa medieval y en las colonias americanas, se la identificaba con mujeres que escapaban al control patriarcal: curanderas, parteras, sabias, solitarias, libres… A menudo, quienes eran diferentes, críticas o incómodas para el poder eran tildadas de brujas. Una bruja, en realidad, no es una sierva del Diablo. Es, en muchos casos, la depositaria de una tradición ancestral que conecta con la naturaleza, con los ciclos, con los misterios de la vida y la muerte. El error fue —y sigue siendo— temer aquello que no se comprende.
Salem hoy: el pueblo que abraza su sombra
El Salem actual es un lugar que ha convertido su historia maldita en seña de identidad. Las calles del pueblo están plagadas de museos, recorridos temáticos, estatuas de las víctimas e incluso una figura de la mítica Samantha de Bewitched en la plaza principal. Cada año, miles de turistas se congregan allí para celebrar el Festival de Halloween, en un ambiente a medio camino entre lo lúdico y lo solemne. Algunos lo critican por trivializar la tragedia; otros lo ven como una forma de redención histórica. Pero más allá del turismo, Salem conserva un aire denso, como si los ecos de los cánticos puritanos y los susurros de las condenadas aún resonaran entre sus árboles.
Reflexión final: las hogueras no han muerto
El caso de Salem no fue el primero ni el último. Europa ardió durante siglos con procesos similares. Pero Salem es el espejo donde podemos ver cómo el miedo, la ignorancia y el poder, cuando se combinan, pueden encender fuegos que destruyen vidas. Hoy en día, las brujas ya no son quemadas en plazas públicas, pero la caza de lo diferente, del pensamiento libre o de lo marginal, sigue existiendo bajo otras formas. Salem no es solo una historia del pasado: es una advertencia eterna.