“El arrebato del matamendigos es tan pulsión sexual y golpe de ira como el mordisco con el que Ted Bundy firmaba las obras, la extracción brutal del útero que practicaba Chikatilo o el paso por la sartén de la novia de Zepeda. En ese proceso evolutivo de degradación y oscurecimiento de la personalidad que implica adentrarse por este camino tortuoso, algunos de ellos pierden el juicio y se convierten en psicóticos”
Francisco Pérez Abellán “Psicopatología extrema en los anales del crimen”
El resto de los crímenes del matamendigos no se cometieron en una ubicación fija. Si bien es cierto que la mayor parte de ellos se ejecutaron dentro un gran rectángulo delimitado por el eje Arturo Soria, Avenida de América, avenida de Brasilia (Parque de las Avenidas) y calle Alcalá, dos de ellos se cometieron en lugares muy alejados a esta zona.
El asesinato de “Mari”.
Nos encontramos ante el segundo asesinato en el orden cronológico de comisión de los crímenes por Francisco. El 11 de noviembre de 1987, aproximadamente a las 0:30 horas un patrulla Z de la Comisaria de Ventas descubría en el lugar que entonces ocupaba un descampado cerca de la intersección de la calle Hermanos García Noblejas con Alcalá, y dentro de una furgoneta abandonada de la marca DKW, el cuerpo calcinado de una mujer a la que se le había arrancado la cabeza. Se trataba de un lugar relativamente próximo a la Junta Municipal del Distrito de Ciudad Lineal lo que llamó la atención de la policía, por lo que se sospechó que probablemente el asesino desconocía la proximidad del edificio oficial. La víctima estaba desnuda, presentaba 5 cuchilladas en la espalda e inicialmente se pensó que se trataba de una adolescente ya que su corazón solo pesaba 190 gramos. Posteriormente se pudo comprobar que correspondía a una mujer de unos 40 años de edad con síntomas de malnutrición. En un primer momento la policía estaba desconcertada, se habló otra vez de un posible ajuste de cuentas e incluso de asesinato ritual de corte satánico. Escalero se paseó con la cabeza del cadáver escondida en una bolsa de plástico de “El Corte Inglés” llegando incluso a pedir limosna en la puerta de las iglesias con ella, hasta que cansado decidió arrojarla a un pozo del que dijo no recordar su ubicación. Francisco conoció a Mari muy posiblemente en la zona de los jardines de Eva Duarte Perón, junto a la Iglesia de Covadonga, en la Plaza de Manuel Becerra. La habría convencido para que le acompañara para comer algo y con ello selló su sentencia de muerte. Nosotros queremos desde aquí felicitar a la periodista Amelia Castilla, porque mientras los cuerpos de seguridad del estado andaban desconcertados, ella en el artículo que publicó en “el País” el 12 de noviembre de 1987, fue la primera en “atar cabos” y vincular los tres primeros crímenes. Lo contaba así:
“Un crimen de las mismas características se llevó a cabo a finales de agosto. Sin embargo, la policía descartó ayer que esta muerte tuviera relación con el homicidio de Paula Martínez, de 30 años, cuyo cadáver también se encontró decapitado, en el polígono industrial de San Fernando de Henares. En la Elipa se encontró también a finales de agosto el cadáver calcinado de un hombre, identificado posteriormente como Mario Román González.”
AQUÍ para leer el artículo completo de Amelia Castilla.
(Muy cerca de este lugar apareció el cadáver de «Mari»)
Estos hechos fueron fijados en la sentencia de la siguiente manera “En el mes de noviembre de 1987, tras conocer por la zona de Manuel Becerra-Ventas a una mujer al parecer de nombre Mari y cuyos restantes datos de filiación no se han podido determinar, la convenció para que le acompañara al interior de una furgoneta de marca DKW que su propietario había dejado abandonada años atrás en un descampado situado en la intersección de las calles Alcalá y García Noblejas , y que el usaba en ocasiones para pernoctar. Una vez dentro dela furgoneta y habiendo tomado Francisco una botella de whisky y entre 10 y 12 comprimidos de rohipnol, de forma inopinada y tras sentir una fuerza irrefrenable esgrimió una navaja con la que le asestó tres puñaladas en la región dorsal, dos de ellas muy próximas a la columna vertebral y una tercera sobre la escápula izquierda, así como otras dos en la región deltoides izquierda, en su parte posterior, heridas estas que ocasionaron una abundante hemorragia en hemitórax izquierdo desencadenando una insuficiencia cardíaca irreversible. A continuación con el mismo instrumento le seccionó la cabeza, la metió en una bolsa de plástico y la arrojó al parecer a un pozo. Finalmente, se apoderó de un reloj que llevaba la víctima cuyo valor no se ha podido determinar del que más tarde se deshizo, prendiendo fuego al colchón sobre el que se hallaba el Mari ocasionando que ardiera el cuerpo de esta y la furgoneta.”
(Esta es la escena del crimen de «Mari»)
Juan Cámara Baeza, 54 puñaladas
El asesinato de Juan Cámara Baeza fue el tercero en el orden de comisión, y el más atípico de todos ellos. Lo ejecutó, como podréis ver en el reportaje final en el que daremos un repaso empleando un mapa de Madrid de todos los crímenes, en una zona muy alejada a la del resto de los asesinatos, en el barrio de Aluche. El escenario tiene además mucho en común con el del cementerio de la Almudena, cerca una gasolinera y a unos 300 metros, un cementerio, en este caso el de Carabanchel bajo. Para completar la imagen, muy cerca queda también un psiquiátrico, el “sanatorio psiquiátrico Doctor Esquerdo” ¿casualidad?… Lo que nos ha extrañado en este crimen es que los asesinos seriales suelen atacar a sus víctimas en el territorio en el que se sienten seguros. Cierto es que este hecho puede desaparecer en determinado tipo de “serial killers”, en concreto en los desorganizados, en lo que su sed de muerte se produce por impulsos y no tiene tanto control sobre ese aspecto, (a Escalero se le encuadró como veremos dentro de esta tipología), pero por otro lado en este tipo de asesinos su nivel de deterioro mental hace que no sean capaces de desplazarse a grandes distancias para buscar a sus víctimas ni para acabar con sus vidas, por lo que no suelen salirse de “su zona geográfica” que es la que os describimos al hablaros del asesinato de Mari y que queda lejos de esta ubicación. En cuanto a la comisión del crimen la misma periodista a la que hacíamos referencia anteriormente, Amelia Castilla, nos lo contaba así en la edición del lunes 7 de marzo de 1988 del periódico “El País”:
“El cadáver de Juan Cámara Baeza, de 44 años, sin domicilio conocido, fue encontrado el pasado sábado, alrededor de las seis de la tarde, en un descampado del distrito de Latina, según informó ayer la Jefatura Superior de Policía. El cuerpo, que tenía la cabeza aplastada con una piedra, presentaba múltiples heridas realizadas con un arma blanca en el tórax. La policía sospecha que el móvil del crimen pudo ser una riña entre vagabundos. Junto al cuerpo se encontraron dos piedras, de unos 30 kilos de peso, manchadas de sangre, que fueron utilizadas probablemente para golpear la cabeza de la víctima. Del resultado de la autopsia se desprende que el hombre fue asesinado a últimas horas de la noche del viernes, unas 15 horas antes de que fuera encontrado el cuerpo por unos transeúntes, que avisaron a la policía.»
El cadáver se encontraba tirado en un descampado en la confluencia de las calles de Rafael Finat y Fuerte Navidad, en la parte trasera de una gasolinera, en una zona solitaria. Junto al cuerpo se encontró una cartera con varias fotografías -probablemente de personas próximas a la víctima-, media barra de pan, una manzana y un plátano. La policía sospecha que la víctima era un vagabundo, puesto que carecía de domicilio conocido. Cámara llevaba puesto cuando se encontró su cuerpo unos zapatos negros, pantalones grises y una cazadora marrón con la capucha puesta y tres jerséis debajo. El hecho de que fuera tan abrigado hace suponer también que el hombre pensaba pasar la noche al relente.” A Juan Cámara le había conocido mendigando en la zona del Parque de las Avenidas (cerca de la Avenida de Brasilia, escenario de otro de sus crímenes). Juan convenció al asesino para desplazarse hasta Aluche, con objeto de visitar a un familiar del que obtendrían algo de dinero, que fue empleado para adquirir una botella de whisky y la historia se repitió. “Francisco sintió de nuevo esa fuerza irreprimible, con la que cogió una piedra golpeando inopinadamente a Juan en la cabeza causándole una herida contusa en región frontoparietal izquierda con arrancamiento de cuero cabelludo y pérdida de varias piezas dentarias, fracturándole el maxilar izquierdo y el arco cigomático. A continuación con un cuchillo que portaba le asestó múltiples puñaladas en un número no inferior a cincuenta y cuatro”
Ángel Heredero, las yemas amputadas
El siguiente crimen (cuarto en la cronología) lo cometió apenas 14 días después del que os acabamos de relatar, en el día de San José (19 de marzo) de 1989, junto a un muro pegado a las vías del tren al final de la calle Seco en una zona próxima a Entrevías (Méndez Álvaro). Francisco y Ángel habían estado bebiendo para acabar dirigiéndose a este escenario. Encontrar la ubicación de este crimen es lo que más nos ha costado, ya que la sentencia indica “que se dirigieron a una zona situada al final de la calle Seco, llegando a la tapia trasera de “Bodegas Bilbaínas”. Sin embargo cuando preguntamos en aquella ubicación, ni en el centro social que ahora ocupa esa localización, ni en el aledaño huerto urbano «Adelfas», parece recordarlo. Las vías del tren, eso sí, nos confirman que los hechos no debieron de acontecer muy lejos de aquel lugar.
Francisco volvió a sentir tras ingerir su habitual “cóctel” de whisky y pastillas, la fuerza irrefrenable y de nuevo escuchó las voces que le obligaron a matar. Con una piedra reventó el lateral de la frente de Ángel Heredero, destrozándole el globo ocular izquierdo, para a continuación asestarle 14 puñaladas en el tronco. Finalmente trató de seccionarle la cabeza, lo que en esta ocasión no consiguió, por lo que se dedicó a arrancarle los pulpejos de los dedos de las dos manos. El “matamendigos” evitó durante su declaración dar explicaciones sobre este hecho, que parece claramente dirigido a tratar de evitar que la víctima pudiera ser reconocida y vinculada con él. Preguntado por el Fiscal durante el juicio, estas fueron sus respuestas:
-¿Para qué tenía un cuchillo? -Para comer.
-¿Y acaso no cortaba las yemas de los dedos con él? -No me acuerdo.
(Como podéis ver la zona sigue sin dar precisamente mucha sensación de seguridad)
Julio Santiesteban, el pene en la boca
El 27 de mayo de 1989, en el barrio de Hortaleza, en un descampado al final de la calle Tiberiades, aparecía quemado y con el pene seccionado el cadáver de Julio Santisteban. La identificación del cuerpo pudo hacerse gracias a que la víctima tenía un tatuaje en su brazo derecho, al cual no llego a alcanzar el fuego. Se trataba del quinto crimen del historial de Escalero, y a esas alturas se tenía claro que alguien estaba acabando con los mendigos de Madrid aunque ni remotamente se sospechaba que el asesino pudiera ser otro indigente. Al parecer Francisco coincidió con Julio en una iglesia “del Parque de la Avenidas”, y le convenció para ir a beber a un descampado que conocía. En esta ocasión Francisco no esperó a que su víctima estuviera desprevenida o dormida, directamente y al sentir nuevamente el irrefrenable impulso, trato de seccionar el cuello con una cuchillada que efectivamente alcanzó a Julio en la carótida, pero que no impidió que se defendiera. De hecho fue la única víctima que consiguió hacerle frente alcanzando a Escalero con una piedra. El golpe debió ser sensacional porque dejó una cicatriz que arrastraría Francisco de por vida, pero no fue suficiente para derribarle. Francisco terminó su trabajo seccionando el pene de Julio cuando este aún estaba con vida, y poniéndoselo en la boca. Posteriormente buscó gasolina y conforme a su “ritual” roció el cadáver con la misma para prenderle fuego. Todo ello fue igualmente negado en el juicio, así cuando fue interrogado al respecto, estas fueron sus respuestas
-¿Recuerda usted a Julio Santiesteban, al que mató en un descampado de Hortaleza?
-Por el nombre no lo recuerdo bien.
-¿Recuerda que le acuchilló y que después le cortó el pene y se lo introdujo en la boca?
-No recuerdo. Estaba bajo el efecto del alcohol y de las pastillas. No sabía lo que hacía.
Dos de los forenses que testificaron en el proceso aclararon que el comportamiento del matamendigos en este crimen no había tenido ningún tipo de intención sexual. Se trataba simplemente de una forma básica y primaria de mostrar su supremacía. Así explicaron que:
«Algunos datos de sus conductas violentas, como la utilización del pene, las consideramos, más que sexuales, como expresión del dominio animal, de la necesidad instintiva de dominar al otro mediante la muerte y además exponer los atributos de la presa».
Lorenzo Barbas Marco, el asesinato del paso subterráneo.
El martes 30 de mayo de 1972, el periódico ABC, edición de Madrid publicaba la inauguración de un paso subterráneo en la intersección de la Avenida de Brasilia con la Avenida de Bonn, el precio de su construcción había ascendido a 7 millones de pesetas, congratulándose el Ayuntamiento madrileño de que “constituía una buena solución para agilizar el tráfico rodado”. Pronto cambiaría sin embargo esta percepción, en el año 2001 habían 38 pasos abiertos, en el año 2009, el periódico 20 minutos confirmaba que solo quedaban 8 abiertos, las paredes de los pasos se llenaron de grafitis, sus suelos de polvo y orines, la pobre iluminación ahuyentó al peatón que dejó de utilizarlos y en invierno se convirtieron en refugio de los indigentes. Y esto fue precisamente lo que acabó sucediendo en el paso subterráneo de la Avenida de Brasilia, se convirtió en un “dormitorio de mendigos”, donde Lorenzo Barbas Marco encontró la muerte a manos de Francisco Escalero.
(vista satélite de la entrada al lugar exacto (entrada al subterráneo ya desaparecido) en donde Escalero cometió su atroz asesinato)
En septiembre de 1991, Francisco vuelve a beber e ingiere 7 pastillas de Rohypnol. Se hace de noche por lo que se dirige al paso subterráneo que se encontraba frente al nº 11 de la Avenida de Brasilia (hoy cerrado). En ese lugar se encontraba tumbado Lorenzo Barbas Marco, contra el que inesperadamente se dirigió Francisco, golpeándole con una piedra en la cabeza, asestándole seguidamente varias puñaladas con un cuchillo ocasionándole la muerte, para después prender fuego al colchón hasta quemar el cuerpo de la víctima. No se sabe la fecha exacta en que lo mató, si bien el cadáver calcinado de Lorenzo fue encontrado el día 25 de septiembre. Os dejamos con el vídeo que grabamos en la ubicación en donde se encontraba el hoy ya desaparecido paso subterráneo. En esa ubicación encontramos hoy una pasarela que comunica el Parque Breogán / Avenida de Brasilia, con la calle Salvador de Madariaga, y que como os contamos en el vídeo, dada su longitud de 182 metros, se ha acabado por convertir en un nuevo foco de inseguridad para los peatones. Su parte inferior, en la zona del Parque de Breogán, sigue utilizándose como refugio por los indigentes. Respecto a las grabaciones psicofónicas que realizamos en este lugar indicaros que no dieron ningún resultado ya que debido a la cercanía de la M30 el entorno acústico que se generaba no era nada favorable en ese aspecto.
Concluimos así el repaso por la geografía de los crímenes del matamendigos. Nos queda la última parte, con la que esperamos abrir el debate, en la que abordaremos el perfil criminal de Francisco tanto desde una perspectiva racional como desde la espiritual. ¿Hasta qué punto era consciente Francisco Escalero? ¿Sufría una enfermedad que limitaba su capacidad cognitiva y la capacidad de entender el alcance de sus actos? ¿Algún tipo de «potencia» le condicionaba en su manera de actuar?. Mientras tanto, podemos ir reflexionando con esta frase del Demian, de Hermann Hesse : “ No hay más realidad que la que tenemos dentro”
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