A los 21 años Manuel Blanco Romasanta contrajo matrimonio, enviudó solo cuatro años más tarde, lo que también dejaría en él una profunda huella. Desde ese momento, deja su profesión de sastre y comienza su andadura como buhonero, vendedor ambulante y vendedor de manteca, muy a
preciada en aquellos años. Al mismo tiempo se pone al servicio de las gentes ofreciéndose para leer y escribir sus cartas y realizar para ellos todo tipo de favores personales, hasta aquí todo parecía normal, pero nadie se podía imaginar que durante años, este hombre de apariencia débil y frágil sembraría auténtico terror durante años, sus ansias de matar resultaron ser incontrolables, sus víctimas jamás podrían siquiera imaginar lo que escondía en su perturbada mente o en su inteligencia manipuladora. Al parecer y según relata Manuel durante su juicio, sus macabros asesinatos estarían motivados por una maldición. Manuel asegura durante la vista que no puede controlarlo, que algo le impulsa a comportarse como un animal salvaje y devorar aquellas pobres personas durante las noches de luna llena, Cuando el fiscal le inquirió para que hiciera una demostración a la sala del tribunal, Romasanta afirmó que «la maldición sólo dura trece años y la semana pasada se cumplió el plazo y me curé«…
Su primera víctima fue el Alguacil de León, Vicente Fernández, quien le iba a embargar la tienda donde trabajaba por aquellos días, los dos salieron a dar un paseo aparentemente para charlar, la mujer del Alguacil les vio salir juntos, para nunca volver a ver a su esposo. A pocos kilómetros de Pardevé (una localidad cercana) encontraron el cadáver, el Juzgado de Ponferrada catorce meses después condena a Romasanta a diez años de prisión, pero no aparece, declarándole de inmediato en rebeldía y comenzando así su busca y captura. Romasanta se instala entonces en la pequeña villa de Rebordechao, provincia de Orense, con la amabilidad que le caracterizaba en su estado normal, empieza a «solucionar» la vida de aquellas gentes ganándose su confianza, prometiéndoles bienestar en otros pueblos, les acompañaba a través del bosque a su lugar de destino, destino este que nunca llegaba a buen fin pues adentrados en la espesura del mismo mataba a sus víctimas a mordiscos, ayudado por sus garras descomunales para devorarlos más tarde. (Al menos de manera parcial)

Al principio todo iba bien, seguía con su venta ambulante principalmente con la grasa o manteca, se dice de hecho que la grasa procedía de la que obtenía de sus víctimas, poco a poco con el tiempo, los vecinos comenzaron a sentirse incómodos con su presencia, observaban cada vez con mayor frecuencia, que de cada persona o personas que acompañaban a Romasanta en aquellos viajes de trabajo, jamás se volvía a saber nada. Únicamente tenían noticias por las cartas que Manuel escribía, él mismo, a los familiares para tranquilizarles y tratar así de no levantar sospechas.

Este terrible monstruo de inteligencia fuera de lo común para la época, se dio cuenta de que no era bien visto y decidió cambiar e irse a vender sus «artículos» a Portugal y sus provincias, donde además de vender la manteca, también vendía las pertenencias de sus anteriores víctimas. De hecho este fue también otro de los motivos que provocaron el recelo entre la población que en más de una ocasión, llegaron a reconocer prendas de vestir y objetos personales de sus familiares entre los objetos que vendía Romasanta… Portugal no fue su único destino, también recorrió Lugo, Castilla, León e incluso Toledo, donde más adelante sería encarcelado. En su huida fue dejando más y más asesinatos hasta que en Escalona (Toledo) fue capturado y juzgado en Allariz, reconoció haber matado a nueve personas, aunque la cifra verdadera no se sabe, otras teorías dicen que alcanzó la cifra de trece víctimas mortales, aunque como decimos ese es sin duda otro de los muchos misterios que rodean la sombra de este siniestro licántropo… El juicio duró aproximadamente un año y el 6 de abril de 1853 se emite al fin la sentencia de pena de muerte por el juez de Allariz, condenándole a garrote vil y a una indemnización de mil reales por cada víctima. El abogado defensor de Romasanta (asesorado por un hipnólogo llamado Philip) alega que no se puede asegurar que sea el verdadero asesino por una simple confesión y como no hay pruebas reales de que fuera el autor de los crímenes solicita piedad a la mismísima Reina de España Isabel II llevando el caso para su revisión al Tribunal Supremo de Justicia. Aunque esa circunstancia en si misma ya resulta asombrosa (acudir a la piedad de la reina era algo realmente poco común en la época) resulta todavía más inverosímil que la Reina, firmara una orden conmutando la sentencia de muerte por una de cadena perpetua, el hipnólogo antes mencionado convenció a su alteza de que realmente Romasanta era un enfermo mental y esto hizo posible que salvara la vida, algo que no sentó precisamente bien a las masas que pedían su muerte. Precisamente, la muerte de Romasanta no está muy clara, y forma también parte de su leyenda personal, algunos dicen que murió en la prisión de Allariz, otros dicen sin embargo, que se escapó huyendo a los bosques que tanto conocía, pero si fue así o no, la vida y desaparición de este terrible asesino, desató ríos de tinta por el mundo entero ya que fue, y continua siendo hasta hoy en día, (en nuestro país) el único condenando en sentencia firme por ser un verdadero hombre lobo. Todavía hoy por aquellos montes, se comenta que en las noches de luna llena se escucha el aullido desgarrador del licántropo de Allariz…

NOTAS DE INTERES:
La causa de la condena nº. 1788, Hombre Lobo, datado en el año 1852, consta de 2000 páginas de texto manuscrito y es la sentencia contra uno de los asesinos más conocidos de la historia del crimen en España, es de hecho, el único proceso que se enjuicia y se condena legalmente a una persona tratándole de hombre lobo (licantropía). Esta causa se encuentra archivada en las dependencias de los tribunales gallegos y resultan sin duda unos documentos realmente estremecedores.
PELÍCULAS
El bosque del Lobo, estrenada en el año 1971, dirigida por Pedro Olea, basada en la novela de Carlos Martínez-Barbeito, titulada El Bosque de Ancines, basada en hechos reales. Existe también otro film posterior aunque para nuestro gusto de mucha menor calidad y rigor titulado «Romasanta, la caza de la bestia» dirigida por Paco Plaza e interpretada por una voluptuosa Elsa Pataky un desconocido Julián Sand, la película pasó sin pena ni gloria por diferentes certámenes y terminó siendo carne de video-club. Nada que ver con la anterior que sin duda resultó ser un grandísimo producto del genero de terror que os recomendamos con todo nuestro entusiasmo.