A sólo 79Km de Cuenca, sobre la ladera de una empinada colina, se alza Uclés, una hermosa villa manchega que permanece anclada en el pasado, los restos de su fortaleza y de su torre, siempre vigilante, observan inmutables el transcurrir de los siglos. Y como no, su monasterio, una edificación extraordinaria y hermosa a la par, a la que se ha dado en llamar con acierto «El Escorial de La Mancha». Sede principal de la mítica Orden de Santiago, el monasterio comenzó a construirse en 1529 (Tal y como consta en la inscripción existente en uno de los contrafuertes del ábside de su iglesia.) y fue concluido ya en pleno siglo XVIII (1735, bajo el reinado de Felipe V). El edificio está formado por una iglesia (construida durante los siglos XVI y XVII) con planta de cruz latina, una fantástica rejería del siglo XVIII y por un convento, cuyo patio central de estilo barroco y su doble claustro constituyen una verdadera obra de arte capaz de asombrar en sus detalles.
Pero esta bella tierra, ha sido también a lo largo de los siglos escenario de numerosas contiendas. A comienzos del siglo XII la «Rota de Sicuendes o batalla de «los Siete Condes», donde más de veinte mil combatientes, fueron arrasados por las tropas del temible Tamin Ben Yusuf. Fue también durante esta batalla donde el hijo de Alfonso VI, el Príncipe Don Sancho, cayó abatido por las tropas almorávides. Más cercana en el tiempo, el 13 de Enero de 1809, se desarrollaría en Uclés uno de los enfrentamientos más sangrientos de la Guerra de la Independencia entre los ejércitos de Francia y España, con un resultado de 1000 muertos y más de 6000 prisioneros en el bando nacional, el resultado fue desastroso para las armas españolas, pero también para los habitantes de Uclés, pues las tropas francesas decidieron cometer terribles crueldades con ellos, degollamientos públicos, violaciones y toda una suerte de despreciables actos que daban cuenta de lo peor del ser humano y en cuyos detalles no ahondaremos demasiado.
Incluso en pleno siglo XX, el halo siniestro de la muerte continúa vagando por los pasillos de este monasterio, después de 1936 (año en el que sufrió un terrible espolio) se instaló allí un hospital provisional y entre los años 1940 y 1943 fue empleado también como prisión central, se sabe que al menos, 382 personas perdieron la vida allí, más de la mitad ejecutadas. Todos ellos fueron enterrados bajo una zona del monasterio conocida como «La Tahona», por ser el punto en donde se encontraba el antiguo horno de pan del recinto, sus cuerpos han sido descubiertos en diferentes trabajos de exhumación que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Cuenca lleva realizando allí desde el año 2004. Finalmente en el año 1949, se instala allí el seminario menor del obispado de Cuenca. Conocida brevemente la historia de este recinto, nos centraremos ahora en su construcción y en sus detalles, algo que os resultara ciertamente interesante e inquietante incluso en muchos de sus aspectos.
LA CONSTRUCCIÓN
Aunque anteriormente ya hemos mencionado la fecha de inicio de su construcción, Uclés en realidad ya albergaba vida mucho antes. Restos de un antiguo castro celtíbero aparecieron en la zona durante la realización de distintos estudios antropológicos. En realidad, el monasterio forma parte de un enorme conjunto de construcciones comunicadas entre si (un kilómetro cuadrado de superficie, rodeado de murallas, bastiones, contrafuertes y torres almenadas) que se fueron añadiendo a la construcción original a lo largo de los diferentes periodos históricos, dichas edificaciones tuvieron su origen durante la época de dominación musulmana y alcanzaron su máximo esplendor durante el periodo en el que la Orden de Santiago hizo de este punto su «sede principal». Tras el fin de la reconquista y tras muchas remodelaciones, el monasterio toma ya su aspecto actual.
SIMBOLOGÍA Y CLAVES
Si por algo resulta apasionante el Monasterio de Uclés, es por la numerosa cantidad de «claves» y «símbolos» que se pueden encontrar en cada rincón de este edificio. Los varios estilos arquitectónicos que fueron dejando su huella aquí lo impregnaron todo de una impronta realmente especial. La fachada sur (imagen superior), es sin duda la más impactante muestra de lo que acabamos de comentar. Allí, antes incluso de acceder al recinto, el viajero puede contemplar atónito una figura muy especial. El torso desnudo de una voluptuosa mujer adorna uno de los laterales del pórtico principal, en este, como en muchos otros monasterios de nuestra geografía (Cantabria, Segovia, Burgos) la «tentación» quedará fuera, desterrada para siempre de este recinto sagrado…
Pero no solo esta figura llamará nuestra atención, Pedro Ribera, el arquitecto que diseñó esta espectacular entrada al monasterio, sorprendió a propios y extraños con un estilo churrigueresco que pocas veces había sido observado por esas tierras. Guerreros, animales mitológicos, ángeles, seres monstruosos y deformes, se mezclan con santos, cruces y trofeos en una amalgama única y cautivadora para cualquier visitante. En la parte superior, como no podía ser de otro modo, destaca la figura del apóstol Santiago con una espada de hierro en su mano y una inscripción en la que podemos leer «Fidei defensio», «Defensa de la Fe», mientras que en la otra mano lleva la cruz maestral. En su base podemos leer también otro texto, «Caput ordinis», que nos señala sin temor a equivocarnos que nos encontramos en la casa madre de la Orden de Caballería de Santiago.
Ya en el interior del recinto nos adentramos en su claustro. Fue construido en el siglo XVII y su doble planta resulta simplemente extraordinaria. Las esculturas que habitan en las enjutas y arcos no puede dejarnos indiferentes. Allí, se pueden observar hermosos motivos vegetales entremezclados con toda una variedad de «criaturas fantásticas» que parecen querer transmitirnos algún tipo de mensaje ya olvidado.
En el centro del patio destaca también sobremanera, un hermoso pozo de estilo barroco donde podemos observar de nuevo una simbología realmente fascinante, en su arco superior contemplamos de nuevo el escudo de la orden.
Desde el mismo patio se puede acceder directamente a la iglesia, cuyo interior no debéis dejar de visitar y admirar con suma atención.
Cuando nos adentramos en el templo, de inmediato observamos que no es precisamente una iglesia «normal». Un magnífico museo se presenta ante nosotros. La orden de Santiago nos dejó un legado maravilloso de su presencia y permanencia en este lugar y las decenas de vitrinas y objetos que se organizan por todo el recinto nos dan hoy buena cuenta de ello…
La construcción de esta espectacular obra finalizó ya en el siglo XVI y aunque de un tamaño más reducido, guarda sin duda muchísimos paralelismos con la de El Escorial, y es que la influencia Herreriana en Francisco De Mora (el arquitecto que más implicado estuvo en esta construcción) es inevitable.
Otra zona que resulta impresionante de esta iglesia es el refectorio, destaca el enorme artesonado de madera donde se pueden ver los rostros de los 36 grandes maestres de la orden, sobre todos ellos sin embargo, destaca uno… el que refleja un rostro esquelético con corona y manto y sobre el que puede leerse lo siguiente: » Vosotros, los que os tenéis en algo, deteneos ahora un poco, os ruego, y considerad mis palabras: No perdono a nadie». Estamos, según todas las crónicas, ante la representación de Don Álvaro de Luna, condestable de Castilla, cuyo rostro ha sido sustituido por el de dicha calavera en una clara demostración de que no dejó precisamente un buen recuerdo entre los caballeros santiaguistas.
Finalizado nuestro recorrido por el interior del monasterio, nos dirigimos de nuevo hacia el exterior con la intención de rodear el edificio y contemplar los detalles (que son muchos) que nos ofrecen cada una de sus cuatro fachadas. En esta ocasión nos encaminamos en primer lugar hacia la fachada oeste, correspondiente a los pies de la iglesia.
Aquí, podemos observar una hermosa portada de doble columna estriada en cuya parte superior reposa un frontón triangular. Dominando la escena, como no podía ser de otra manera, una representación de Santiago Matamoros. La fachada norte, es sin lugar a duda la más sencilla y sobria. Su estilo herreriano es inconfundible. Destacan dos columnas de estilo dórico y color azulado, muy similar en algunos aspectos al muro oeste, pero mucho más humilde.
Y finalmente, alcanzamos la fachada este. Es junto con la fachada sur (donde se encuentra la entrada principal de la que antes hemos hablado) la más bella e interesante, fue la primera que se construyó y su inigualable decoración plateresca hace que destaque sobre las demás. A lo largo de todo este muro, podemos encontrarnos con todo tipo de símbolos, cruces de Santiago, calaveras (símbolo en la mayoría de los casos de la redención del pecado o la resurrección de la carne), un grupo de esculturas en representación de los «Reyes de Jerusalén» e incluso con una serie de rostros deformes y cuasi-demoniacos que no expresan precisamente la «paz» y «tranquilidad» que se le presupone a un lugar como este. Respecto a toda esta «simbología» mágica y extraña tuvimos que consultar con dos grandes amigos de este grupo y maestros en la cuestión, Jesús Callejo y Josep Guijarro, para que nos guiaran por este intrincado rompecabezas.
Para ambos expertos, la aparición de figuras de corte «mitológico» y animalescas es común dentro del arte sacro, «cristianizadas» a partir de los bestiarios medievales (la mayoría de origen pagano), adquieren en este tipo de obra un carácter moralizante, donde se ven reflejados los vicios y virtudes humanas, así por ejemplo, Los monos son los instintos básicos, el ciervo es fuente de vida, el león la fuerza, la serpiente el pecado, golondrinas y cigüeñas son portadoras de buenas noticias, la grulla la vigilancia y por citar sólo uno más, el ave fénix la resurrección de cristo. Para Jesús Callejo, además, estos rostros nos hablan también del trance entre la vida y la muerte, de la conexión mística del hombre y la naturaleza. Aun así, algunos de los rostros que podemos contemplar, resultan realmente aterradores e inquietantes y no podemos por menos que sobrecogernos ante su oscura presencia….
AGRADECIMIENTOS:
Queremos agradecer de manera muy especial a Jesús Callejo y Josep Guijarro, toda la ayuda prestada para la elaboración de este reportaje. Vuestras ideas, notas y consejos han sido pieza clave para adentrarnos en los «símbolos» y «secretos» de este hermoso lugar. Es un verdadero honor disfrutar de vuestra amistad y poder aprender tanto de vosotros cada día. Vaya pues un gran abrazo a ambos con todo nuestro cariño y admiración.
FUENTES CONSULTADAS
Bibliografía:
Cuenca, «Tierra de sorpresas y encantamientos» de Federico Muelas (Ed. Everest)
Guía Azul (Guía turística de España) (Ed. Gaesa)
Lo Mejor de 200Km alrededor de Madrid de José María Ferrer (Ed. La Librería)
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