«El diablo es un ser de razón. Lejos de ser una criatura irracional, es el resultado de los esfuerzos de la mente humana para encontrar una explicación lógica al problema del mal. Explicación mítica para los que no creen, real para los que creen: La diferencia es mucho más pequeña de lo que parece» Georges Minois «Breve historia del diablo«.
Cuenta la más conocida de las leyendas de la ciudad de Cuenca, como mediado el siglo XVIII habitó en Cuenca un joven llamado Diego, hijo del Oidor (del Juez) de la ciudad. A diferencia de su padre, Diego era juerguista, brabucón, pendenciero y con fama conquistador. Sus aventuras y escándalos eran conocidos y por tanto su comportamiento y nombre estaba en todos los comentarios y rumores para vergüenza de sus padres. Mediado el verano llego a la ciudad una extraña y hermosísima mujer de ojos verdes. Diego, cosa rara en él, puesto que estaba acostumbrado a cortejar a todas las doncellas casaderas del lugar para después de conseguir sus propósitos placenteros, dejarlas plantadas sin más, quedó prendado de ella. Desde ese momento Diego buscó con ahínco la forma de coincidir con ella, lo que logró finalmente una tarde mientras ella paseaba por la senda del rio Júcar. A partir de ese momento Diego y Diana (pues así se llamaba la dama) intimaron y era frecuente verlos juntos en ventas y tabernas, siempre envueltos en pendencias y borracheras. Los padres de Diego pidieron a sus amigos que le apartaran de Diana, pero no lo consiguieron. Pasó el tiempo, llegó el otoño y el día de difuntos, que en aquella época se destinaba a orar pues se creía que las almas de los fallecidos que no habían alcanzado la paz vagaban por ciudades y campos para atormentar a todos aquellos que no permanecían a refugio orando por su salvación. Diego sin embargo, en un nuevo alarde de fanfarronería, comentó a sus amigos como al parecer había recibido una carta de Diana en la que le decía «Te espero en la puerta de las Angustias. Seré tuya esta noche”. Nada pudieron hacer sus colegas por disuadirle, pues el bueno de Diego estaba completamente decidido a acudir a la cita. La noche se presentó de tormenta con una fuerte lluvia que fue empapando el vestido de Diana mientras llevaba a Diego hasta una zona retirada donde ella bien sabía que pocos podrían verlos. Solos los dos, en medio de la desapacible noche empezaron a besarse apasionadamente hasta que ella le pidió que la poseyera. Sin pensarlo, Diego, se preparó para ello y la levantó la falda para descubrir una hermosa pierna blanca de mujer… y una peluda pata terminada en pezuña de macho cabrío!!! Aterrorizado Diego salió huyendo hacia el cercano convento de los franciscanos descalzos, para abrazarse a la cruz que había en el atrio del mismo, mientras era perseguido por el mismísimo Lucifer que trataba de agarrarle si bien solo consiguió asestar un zarpazo a la cruz. Tras un tremendo relámpago, Lucifer desapareció, pero la marca de su zarpa quedó grabada en la piedra de aquél crucifijo y todavía puede verse en la hoy conocida como «cruz del convertido».
Para los interesados en saber que fue de Diego, la leyenda ejemplificadora dice que ingresó en el convento donde quedó como penitente expiando sus pecados hasta el final de sus días. Otra versión nos cuenta como al parecer Dios «arrebató» a Diego de la presencia del maligno, llevándoselo consigo pero dejando el relieve de su mano en la cruz a la que se aferró por lo que la mano no correspondería a la zarpa de Satán, sino a la mano del desdichado de Diego, que al final eso sí, consiguió la salvación de su alma. Sobre esta versión hemos encontrado una variante fruto sin duda del habitual proceso de modificación y añadido que suelen sufrir las mismas. El protagonista sigue siendo Diego, pero la acción se sitúa a mediados del siglo XVIII. El bueno de Diego se convierte ahora en un joven herrero ambicioso y de pocos escrúpulos, que busca mejorar posición social con un matrimonio con la hija de los propietarios de una de las mayores explotaciones madereras de Cuenca. Una tarde de otoño, en el juego de bolos del Recreo Peral, cercano a la hoz del Júcar. Lugar habitual de paseo de las jovencitas conquenses en aquella época, Diego se fijó en una extraña joven que no había visto con anterioridad. Terminada la partida hizo por acercarse a ella entablando conversación, diciéndole la joven que se llamaba Luz .Como quiera que empezaba a anochecer, Diego se ofreció a acompañarla a su casa para lo que la encaminó por el camino de la ermita de la Virgen de las Angustias, que era el camino mas corto a la parte alta de la ciudad pero también el más solitario y oscuro. Llegando a las escaleras de la parte de atrás de la ermita, Luz tropezó torciéndose un tobillo, por lo que su acompañante hubo de ayudarle para terminar la ascensión. Diego la ofreció entonces refugiarse en la Ermita de Nuestra Señora de las Angustias, pero al parecer la joven se negó alegando que de entrar tendría mucho de que hablar con la Virgen y que así se le pasaría toda la noche, pidiéndole que en vez de ello quedaran en el muro exterior de la Iglesia .
Con la excusa del frio, Luz pidió cobijo a Diego empezando los besos y arrumacos hasta que en un determinado momento, no pudiendo soportar más el gélido viento, Luz propuso a Diego que robara el manto de la Virgen para guarecerse, porque sino tendría que irse a su casa. Sin poder contenerse por el deseo, Diego roba el manto de la Virgen y bajo el mismo los dos desatan su pasión hasta que Diego se percata de la pezuña peluda que tenía Luz rematando su pierna izquierda . Despavorido, Diego habría corrido hasta la cercana cruz del convento de los descalzos, pero cuando tocó la base de la cruz su mano quedó petrificada en ella. Su alma ya no pertenecía a la luz sino a las tinieblas.
La leyenda antigua.
Además de la versión «común» y su variante, existe otra anterior, menos conocida pero posiblemente más cercana a la realidad. Según esta otra versión, en julio de 1581 llegaron a Cuenca Giraldo del Flugo y Diego de Tiedra. Ambos son personajes reales, concretamente, el primero Giraldo fue un entallador y escultor influido Alonso Berruguete autor del retablo de San Martín en la catedral de Cuenca. El segundo, Diego de Tiedra por encargo del canónigo Juan Fernández de Heredia, realizó un retablo dedicado a San Fabián y San Sebastián también en la Catedral. No obstante, la verosimilitud del relato se quiebra ya que Diego falleció en 1559. Pero sigamos con la leyenda. Según la misma, Giraldo habría prometido no trabajar más en un templo cristiano por haber muerto su hijo, cantero, en un accidente durante la construcción de una iglesia. (los accidentes en la construcción de templos y catedrales fueron más que comunes en aquella época) Pues bien, resultó que los dos cansados ya del camino, se habrían sentado en el atrio del convento de los Franciscanos descalzos cuando de pronto se desencadenó una tremenda tormenta. Diego habría corrido a refugiarse al convento, mientras que Giraldo comenzó a blasfemar diciendo que prefería la muerte a entrar en suelo sagrado. En ese momento un rayo cayó sobre el álamo del atrio del convento, hiriendo de gravedad a Giraldo y dejándolo inconsciente. Los monjes cuidaron con constancia de él y ello a pesar de que Giraldo trató de escapar varias veces del convento. Una vez recuperado Giraldo, el prior del convento le convenció, sabedor de su pasión por la imaginería, para que antes de partir visitara a la Virgen de las Angustias. Giraldo se resistió pero finalmente accedió, cayendo de rodillas ante aquella imagen, asegurando mientras lloraba, que el rostro de la Virgen era su mujer y el pequeño que sostenía en brazos era su propio hijo, aquél que había perdido por culpa del fatal accidente. Giraldo, tras la impresión, se arrepintió de todos sus pecados y blasfemias construyendo en señal de agradecimiento, la cruz votiva que hoy conocemos como la cruz del convertido. Para los interesados , la versión «oscura» de esta leyenda , la podéis encontrar en la novela de Suso de Toro , 13 campanadas. No podemos contar más ya que os arruinaríamos la lectura, solo indicaros que se vincula a la construcción del pórtico de la gloria de la catedral de Santiago.
Bajada a las Angustias y la cruz
Conocidas ya las leyendas, nos corresponde presentaros el acceso a la Cruz por la bajada a las Angustias , a la que se llega desde la Plaza Mayor siguiendo por la calle Pilates. Es curioso como en Cuenca, subir se convierte en bajar ya que los conquenses se las han ingeniado para hacer que todas las subidas de su ciudad, sean bajadas… Así la subida de las Angustias se llama «Bajada de las Angustias», la subida de San Miguel es «Bajada de San Miguel» y lo mismo ocurre con la subida del Calvario, que también es «Bajada del Calvario».
La bajada a las Angustias se realiza a través de una serie de revueltas que concluyen en un pequeño túnel de piedra conocido como Postigo de los Descalzos. En uno de estos «giros», se encuentra grabada en la piedra, el rostro de Jesús.
Según una tradición es común llevar a los niños allí indicándoles que si acercan el oído a la imagen podrán escuchar el canto del gallo de tal manera que cuando están junto al rostro de Jesús, se les da un pequeño coscorrón contra el mismo. No hemos podido averiguar cual es el origen de la tradición, pero si nos resulta curioso encontrar una nueva conexión con el pórtico de la gloria. Concretamente a los pies del parteluz hay una pequeña figura, que presuntamente representa al maestro Mateo (constructor del mismo), figura que con el tiempo paso a llamarse «santo dos croques». Pues bien la tradición inicial consistía en que los estudiantes de la Universidad de Santiago (Fonseca, fundada en 1491) , golpearan tres veces la cabeza en la misma para obtener así parte de la sabiduría del Maestre. Posteriormente, la costumbre pasó a generalizarse para todos los peregrinos.
En cuanto al origen de la tradición de «escuchar el canto del gallo» sabemos, eso si, que cuando Jesús dijo a Pedro poco antes de su Pasión: «Antes que el gallo cante dos veces tú me habrás negado tres», quedó forjada para toda la tradición cristiana un maleficio unido a estas aves que perduraría durante siglos, por lo que quizá dicho golpe se les de como expiación para liberarles de dicho maleficio. Respecto a la Cruz, de la que podéis ver aquí varias fotografías, conocemos que se trata de una cruz votiva datada en el siglo XVIII (año 1723, como se observa en la base). Fue destruida en el año 2004 en un acto vandálico, pero curiosamente la «mano original» no sufrió daños y pudo ser encastrada en la nueva cruz, lo que contribuye a darle un aspecto aún más misterioso ya que la misma aparece oscurecida, como si hubiera sido quemada. La base de la cruz es también la original y la reconstrucción se finalizó en febrero del año 2010.
La cruz incorpora los padecimientos que sufrió Cristo en la misma (el martillo y los clavos, la lanza en el costado, el flagelo y la corona de espinas). La imagen de la mano quizá quiso representar al propio Jesús, o si quiere verse en ella la marca del Diablo, a la redención del pecado a través del sacrificio de Cristo. Esperamos que nuestro pequeño reportaje os haya gustado y haya suscitado vuestra curiosidad por Cuenca, cuya visita os recomendamos muy especialmente pues es de esos lugares que os sorprenderá en cada rincón, os lo podemos garantizar.
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